Lo primero que he pensado cuando he empezado a leer los primeros capítulos de Els silencis d’Eslet es que me recordaba a otra obra, concretamente a la novela corta La Persistencia de la visión de John Varley. En aquella novela (ganadora de un premio Nebula) la premisa que movía el argumento era que un grupo de sordo- ciegos creaban y gestionaban por sí mismos una sociedad aislada del resto con el fin de poder desarrollar sus carencias sin que el mundo normal interfiriera. Aquí, en Els silencis d’Eslet, Jordi Solé nos empieza a mostrar una sociedad -en este caso extraterrestre- con ciertos paralelismos donde el sentido del oído es inexistente y por lo tanto el tacto, la vista y el olfato son los vehículos de comunicación naturales. Pero a medida que avanzaba en el libro he abandonado estas comparaciones entre ambas novelas porque he notado que el autor se centra en otro temática: La libertad sexual
La novela de Jordi Solé nos abre las puertas a dos grandes ideas a desarrollar. Y curiosamente las dos ideas tienen un nexo en común: la comunicación. Y también utiliza dos recursos diferentes para explicarnos estas dos líneas argumentales: Por una parte tenemos una narración en primera persona de un terrestre que vive en Eslet y nos detalla sus percepciones de las costumbres y modo de vida de los esletianos. También nos describe brevemente la historia desde que los terrestres llegaron a este planeta y comprobaron que los humanoides que vivían allí no tenían desarrollado el sentido del oído.
Por otra parte, el autor nos narra en tercera persona los cambios sociales que ocurren en Eslet cuando un grupo de personas empiezan a pensar que los trimonios (matrimonios triples entre dos hembras y un macho) es un sistema impuesto que vulnera la libertad sexual de los individuos. El enamoramiento de una pareja que quiere vivir y practicar el sexo sin una tercera persona será el desencadenante de una pequeña revolución dentro de una sociedad esletiana que no está preparada y no ve con buenos ojos la nueva propuesta. Me viene a la cabeza un cuento de Robert Silverberg llamado "En grupo" que nos habla del mismo problema: En una sociedad donde el sexo se vive y se practica entre muchos individuos al mismo tiempo no se entiende que dos personas se enamoren y se quieran exclusivamente el uno en otro. En ambas historias, el hecho es considerado una depravación y una desviación sexual grave. En este caso Solé profundiza más en este segundo aspecto de la novela, el de la libertad sexual. Se podría ver una crítica a la homofobia que sufrimos en los sectores más conservadores de nuestra sociedad.
El autor combina los dos estilos y las dos premisas a lo largo de la novela, intercalando la descripción del terrestre sobre el fenómeno de la falta de oído y el sufrimiento de los esletianos que quieren aparejarse sólo con otra persona. El caso es que Solé desarrolla la novela bajo una perspectiva de lucha social que se hace poca creíble debida a cómo surge todo. De hecho, la sociedad esletiana parecía funcionar bastante bien con los trinomios. Que existan personas que opinan el contrario es muy normal, pero que de este hecho se desprenda una idea de cambio radical en su sociedad da pocos argumentos a la novela para resultar creíble. La idea pues, se va diluyendo en una cuestión política a medida que avanzamos la lectura y el interés decae un poco, sobre todo por el hecho de que la temática de la comunicación no auditiva queda dejada a un lado. Lo cierto sin embargo, es que Solé realiza un giro muy interesante en el último capítulo que pone las cosas en su lugar.
Antes he dicho que la comunicación era un factor clave en la novela. Lo sigo pensando. Solé aporta hipótesis camufladas en el argumento sobre el poder de la palabra y sobre el poder de la comunicación en el desarrollo de una sociedad. También propone una teoría bastante interesante sobre la estabilidad que puede dar un trinomio (recordemos, dos hembras y un macho) a la sociedad en frente de la relación de pareja o de los triángulos amorosos tal como los entendemos hoy día. La lástima es que estas ideas no se conviertan en más importantes o más insertadas en el argumento central de la novela y estén introducidas como un subterfugio que hay que sacar a la luz.
Sobre el estilo del autor no tengo prácticamente ninguna queja. Es ameno, se lee bien y utiliza bastante bien los recursos literarios. Eso sí, el hecho de utilizar en algunos momentos de la narración los artículos determinantes fuera de consonancia con algunos nombres (para entendernos, poner un artículo femenino en singular para referirse a un nombre en plural) no lo he encontrado adecuado. Supongo que el autor ha querido experimentar con el lenguaje de un mundo dominado por mujeres y donde posiblemente las estructuras gramaticales fueran diferentes, pero el resultado es que la lectura se resiente negativamente. En todo caso, eso son momentos puntuales.
Una novela pues que parte de la base de especular sobre los diferentes caminos que podría tomar una sociedad de sordos en su evolución para pasar rápidamente a otra especulación de cariz sexual donde se nos mezcla también alguna buena idea sobre la comunicación y lenguaje. Interesante.
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