China Miéville revolucionó el fandom con La
Estación de la calle Perdido, una fábula gótica
ambientada en un mundo al más estilo Steam-Punk: Un
mundo con capacidad para desarrollarse con la tecnología
de vapor, pero también con la magia, un mundo poblado por
humanos pero también por cactus, khepri, vampiros, hombres-pájaro
y décenas de otras razas fantásticas, un mundo con
territorios por descubrir y con teorías para desarrollar
Con La Cicatriz no se queda corto, más
bien al contrario: nos abre las puertas del mundo de Bas-lag, nos
presenta más maravillas y más enigmas y lo hace de
forma increíble. Y esto demuestra que La
Estación de la calle Perdido no fue un libro fruto de
la casualidad, una de aquellas rarezas imprescindibles que no se
vuelven a repetir. No, Miéville se ha consolidado como un
gran escritor en esta tercera novela (la segunda ambientada en Bas-lag).
Quizás uno de los mejores de esta hornada del nuevo milenio.
Cómo decía, en La Cicatriz se nos abren las puertas a una parte del mundo de Bas-lag y a todas
sus fantasías. Parece que el talento de Miéville no
tenga fin, a cada capítulo encuentra recursos para enumerarnos
con increíble detalle más culturas, razas, costumbres,
lugares y aventuras. Una isla pirata que se desplaza por los mares,
una conspiración política que puede cambiar la historia,
un animal desmesurado que proviene de otro universo, una ventana
por dónde se escapan las posibilidades, unas razas viejas
como el tiempo y otras de nuevas pero no menos interesantes, todo
esto combinado da una obra llena de aventuras y de misterios. Una
novela que mezcla la fantasía más desmesurada con
la ciencia ficción más increíble: Viajes dimensionales,
teoría de posibilidades (en este punto pensé inconscientemente
con Cuarentena de Greg
Egan). Una mezcla que te hace plantear más que nunca
dónde acaba la fantasía y dónde empieza la
ciencia ficción.
La Cicatriz está más bien
estructurada que La Estación de la calle Perdido, más
elaborada, quizás menos poética , con la prosa menos
barroca, más directa
pero sin perder ninguno de sus
valores literarios.
La lástima es que al igual que la primera
novela, parece que Miéville no sepa redondear sus obras,
las acaba, las finaliza pero siempre deja aquel tema medio abierto,
aquella línea argumental medio cerrada
que almenos
te da ganas de continuar leyendo sobre Bas-Lag.
En definitiva, ni mejor ni
peor que La Estación de Calle Perdido por el hecho
que la que leyamos primero es la que nos sorprenderá más,
la primera por ser oscura, gótica, a menudo desagradable
y la segunda por ser más aventurera, más abierta,
más fantástica
espero que Miéville saque
rápidamente la tercera novela ambientada en Bas-lag
seré de los primeros en comprarla.
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