No hay nada como que
un libro te sorprenda positivamente cuando no te habías esperado
prácticamente nada de él. Esta novela la compré
en un mercado de segunda mano hará un año para tratar
de ir completando la colección Fantasy de Martínez
Roca - a un precio asequible que ciertas tiendas especializadas
no me dan-. Desde entonces alimentó la base de la pila de
libros que tengo pendientes sin que tuviera la intención
de leerla a corto plazo. El argumento de la contraportada no invitaba
demasiado a consumirla y además no conocía a la autora.
Pero hace 4 días la empecé, me apetecía leer
un poco de fantasía más clásica, y el resultado
ha sido bastante sorprendente.
El Ciervo blanco recrea un mundo joven, que
da la sensación de indefinición, como si todavía
se estuviera formando o como si la autora no tuviera muy claro como
cohesionarlo, donde los Dioses todavía tienen bastante influencia
con las cuestiones humanas y caminan -o hace poco caminaban- entre
ellos. Este punto no es innovador y lo podemos encontrar tanto en
los clásicos griegos como en novelas de última generación
como La Maldición.
Uno de los personajes principales es Bevan,
uno semidiós, que baja el mundo terrenal de los humanos para
acabar allí sus días como mortal. En el transcurso
de la novela iremos viendo cómo se adapta y cómo interviene
en los asuntos de los hombres donde los señores feudales
luchan y se alían entre ellos intentando alcanzar el gobierno
total de la Isla (que se sepa toda la tierra conocida está
en dicha isla). Bevan conocerá el amor y el respeto, así
como la envidia y la traición pero estos acontecimientos
propiciarán que los hombres se conviertan en libres y alcancen
su propio destino. Podemos hablar aquí de un típico
camino iniciático que realiza tanto Bevan como su amigo y
contrincante Cuin, el Heredero de la mayor casa de Isla que tendrá
que luchar más con sí mismo que con otros enemigos
para vencer los sentimientos opuestos que le provoca el semidiós.
No se trata de ningún argumento original.
La forma de entender la épica que tiene la autora tampoco
destaca por sus aportaciones: Reyes, espadas, luz, oscuridad
La sombra de la nostalgia de las obras de Tolkien pulula por muchas partes de la obra pero lo que marca la diferencia
es la prosa de la autora. No había leído antes en
Nancy Springer pero me ha encantado el estilo conciso pero poético
que usa para describirnos los personajes y sus emociones. Este lenguaje
gentil nos evoca a historias trovadorescas y el enaltecimiento de
términos como el honor y la justicia. A la vez sin embargo,
la autora concentra las palabras y los capítulos de manera
que la novela puede definirse como dinámica, sensible y sobre
todo concisa.
Esta épica descafeinada puede resultar
poco fascinante para algunos lectores ya que la autora no se recrea
en las batallas y las grandes gestas. Las narra con una sencillez
que más de una vez causa estupor. ¿"Ya está?",
"Ya se ha acabado?" piensas en más de una
ocasión. Sí que es verdad que si cogemos por una parte
un argumento no muy original, y le añadimos que a veces esta
falta de pasión a la hora de ofrecernos momentos dramáticos
y al describir las hazañas más épicas le sacan
credibilidad a la novela, el resultado no es tan chocante como podría
haber sido. Además la mitología que elabora la autora
no es muy firme y queda diluida con unos pocos nombres propios.
Sí que hubieran hecho falta aquí unos cuantos párrafos
para informarnos mejor. Sin embargo, reitero que el argumento es
redondo y cerrado -aunque deja puertas abiertas para las otras novelas
de la trilogía que por cierto no han sido traducidas todavía.
En definitiva, una autora que ha creado
una fantasía que sigue algunos planteamientos de la obra
de Tolkien pero que ha conseguido inculcarle un estilo propio que
la hace amena y enriquecedora, sobre todo a nivel literario. Un
buen ejemplo de cómo una prosa sencilla puede despertar en
el lector momentos de placer literario, dejando a un lado si el
argumento nos gusta suficientemente o no -en mi caso tengo que decir
que sí-.
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