Que H.G. Wells era
un visionario no es ninguna noticia y que con sus alusiones científicas
inaugurara sin proponérselo (o quizás sí, quien
sabe) un género hasta entonces prácticamente desconocido
como era la Ciencia-Ficción tampoco es ninguno secreto.
La cuestión es que la imaginación
del inglés se convirtió en prodigiosa y que aplicando
ideas sugestivas alcanzó novelas muy destacables. Algunos
de los conocimientos de Wells estaban inscritos en el campo de la
biología y es este el medio científico donde se desarrolla
la presente novela.
La Isla del doctor Moreau pretende ser una obra
de especulación científica entorno a la biología
en unos tiempos en que la curiosidad científica movía
el mundo. Era un momento idóneo para combinar la imaginación
y la ciencia y Wells fue un destacable ejemplo. Pero la Isla del
doctor Moreau se queda corta, pues dejando a un lado que las mencionadas
especulaciones biológicas no se sostienen demasiado (hoy
en día), la parte literaria tampoco es de las mejores del
autor británico. Si Wells hubiera alargado la novela y le
hubiera dado un cariz más serio, filosófico o todo
lo contrario: Divertido, aventurero nos encontraríamos con
una novela mejor acabada y sobre todo adictiva. Pero el autor se
queda entre los dos mundos y la novela no llega a ser ni profunda
ni entretenida.
La idea primigenia es interesante aunque no
innovadora: Una isla plagada de monstruos deformes reconvertidos
por el doctor Moreau en un intento de asimilarlos a los humanos.
Algunos son experimentos fracasados y otros prometedores. Éste
es el panorama que se encuentra nuestro náufrago protagonista
cuando se convierte en huésped de la isla sin obviamente
proponérselo. Wells bebe de una fuente anterior como es Frankenstein
pues ambos argumentos tienen la misma finalidad: La creación
de seres nuevos y la experimentación ética con estos
personajes. En este caso, los seres no son creados de cuerpos muertos
y devueltos a la vida, sinó de animales que han sido mutilados,
operados y reajuntados por la simple investigación científica
y donde se les ha intentado inculcar valores morales y éticos
con resultados desiguales.
Wells aborda la parte literaria con poca destreza.
Por una parte el argumento es poco consistente, se hubiera podido
desarrollar mucho más y ofrecer simples pinceladas a los
dilemas morales de las personas-bestias. Aparte, Wells no aporta
complejidad a la trama y esta resta como una mera descripción
de hechos. No es que el texto sea cargante, si no que le faltan
dosis de emoción.
La Isla del doctor Moreau pasará a la
historia como un intento loable de traspasar los cánones
de Darwin y modificar la vida sin tener en cuenta la naturaleza
(o sea las evoluciones y las mutaciones). En el fondo es una primer
intento, salvando las distancias que ochenta años antes concibió
Mary Shelley con
su Frankenstein, de crear vida e inteligencia artificial, de formar
una mente parecida a la humana, a través de una base biológica.
Seguramente hoy en día cualquier
científico refutaría las propuestas de Wells en este
campo, pero por cada mil intentos frustados de aplicación
práctica de la imaginación de un autor, encontraremos
uno o dos que sí veremos realizados. Ésta es la gran
magia de la especulación científica... que algún
día quizás podremos ver cumplidos nuestros sueños...
o quizás no.
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