Hace unos días
comentaba en la reseña de Ilión que tenía un
dilema sobre si el hecho de no haber leído ni La Iliada de Homero ni La Tempestad de Shakespeare me podían
condicionar a favor o en contra de la novela de Simmons, precisamente
por el papel fundamental que estas conocidas obras literarias desarrollan
en la trama de Ilión y Olympo.
Pues bien, la respuesta es un empate. Si bien no hace falta que
el lector conozca a fondo la Iliada para entender y disfrutar de
la épica homérica que nos presenta Simmons en ambas
novelas, si que te sientes perdido cuando el autor ofrece parte
de su trama argumental ambientada en la obra de Shakespeare.
Si cogemos lo mejor de las ideas que aparecen
en Universo de locos y las combinamos con la metafísica que acarrean novelas como Cuarentena tendremos una idea
general de lo que nos puede ofrecer el tándem Ilión
+ Olympo. Simmons escribe con la maestría de Brown y especula con la misma dedicación que Egan pero deja demasiadas preguntas para que el lector las busque (o
recuerde) en el texto. El sentido de la maravilla que ofrece este
tándem de novelas es poco comparable a nada de lo que haya
leído últimamente. Tenemos Ciencia-Ficción
de gran formato, multitemática, especuladora, llena de acción
y de grandes personajes, pero también encontramos la frustración
de ver cómo se te escapan muchos de los detalles que hacen
que esta conclusión, Olympo, no se convierta en la
obra maestra que seguramente se merecería ser.
Y es que Simmons sufre de un mal: Tiene una
imaginación desbordante y es un gran escritor pero no sabe
concluir bien sus obras. Olympo es una digna continuación
de Ilión, una historia creada con talento y desarrollada
con ganas que cierra en buena medida los interrogantes originados
en la primera parte pero que te deja con la sensación que
se te han escapado cosas. Obviamente éste es un sentimiento
poco objetivo pero tengo muchas preguntas que formular al señor
Simmons sobre la conclusión de Olympo. Hay demasiado
"porqués" que tengo en mente.
En esta segunda parte, las diferentes tramas
empezadas en Ilión convergen y se separan en diversos momentos,
creando un tejido argumental muy rico y diverso. Los aqueos y los
troyanos están en guerra contra los dioses del Olimpo; los
moravecs preparan un viaje a la Tierra actual para investigar qué
está pasando y los humanos antiguos deben enfrentase a los
misteriosos voynix mientras intentan sobrevivir a la nueva situación
creada tras la caída de la estación espacial. El autor
nos marca un ritmo constante que nos deja absortos en la novela.
Sin embargo, hacia el final del libro se notan algunas ligeras descompensaciones
entre las historias -otra vez- convergentes de manera que a veces
tenemos la información de lo que pasará a unos personajes
o en un aspecto argumental antes de que el autor nos lo muestre.
Hay que decir que desde el principio Simmons
va cerrando algunos temas y dando algunas respuestas a algunos de
los principales misterios de la las novelas. Por ejemplo, nos dar
indicios de lo que ha pasado a la tierra en los últimos tres
milenios, pero es una información desestructurada, imprecisa.
Se nota que al autor no le interesa entrar a fondo. Sólo
son pinceladas que ayudan a comprender la situación actual
pero donde hay suficiente material para dos novelas más.
El autor se centra bastante en la sub-trama
de la Guerra de Troya y aquí es donde las líneas argumentales
se sellan de forma más satisfactoria. Y también el
nexo de los moravecs (aquellos androides inteligentes que intentan
salvar el Sistema Solar de las perturbaciones cuánticas)
tienen un esquema argumental magnífico (aparte de convertirse
en los personajes más carismáticos de la obra) pero
es donde aparece la obra de Shakespeare, La Tempestad, donde
las explicaciones de Simmons quedan cojas, donde el lector se queda
con muchos interrogantes y dónde la obra pierde su eficacia
al provocar confusión.
Con respecto a los personajes, continúo
diciendo que son uno de los platos fuertes de la novela. A los ya
mencionados moravecs (Mahnmut y su infatigable compañero
Orphu de Io) que son los más entrañables, hay que
incidir en la fuerza que desprenden los héroes griegos y
sus dioses, como si estuviéramos leyendo una obra épica.
El resto tienen todos su lugar en la novela, excepto -otra vez lo
tengo que decir- la presencia de Calibán, o el poco aprovechamiento
de los otros personajes shakesperianos: Próspero, Sicórax
o el mismo Setebos. Unos personajes que quedan diluidos en una subtrama
demasiado complicada que les toma el protagonismo.
Bien, en este punto tengo que decir que en contra
mi voluntad mencionaré Hyperion,
la novela insignia en la bibliografía de Simmons -se que
dije que no lo haría, pero no puedo evitarlo- porque más
de un lector se habrá dado cuenta de ciertos parecidos entre
las dos obras: La naturalidad del teletransporte en el argumento,
la variada oferta de temáticas propias de la ciencia-ficción
-hasta aquí, todo normal- pero también aspectos menos
visibles como el papel bastante remarcado de los judíos en
las tramas, o la presencia de personajes que pueden ser simplemente
pequeños guiños entre las dos obras o representar
más de lo qué parecen. ¿Os dice alguna cosa
el nombre de Moneta? (Aquí también nombrada Moira)
Es el personaje más misterioso y poco tratado de la obra...
y en Hyperion también aparecía una Moneta (judía)
que provocaba una de las mayores confusiones de la novela (al igual
que aquí). Posiblemente estas especulaciones mías
no lleven a ningún sitio pero me ha parecido mucha casualidad...
quizás porque muchas de las preguntas que me he hecho provienen
del entorno de este personaje, tanto en Olympo como en Hyperion.
Para acabar y como resumen: Olympo es
una posible conclusión del entramado iniciado en Ilión.
No decepciona pero frustra por los motivos mencionados anteriormente.
Eso no saca que sea una buena novela que te hace pasar muchas horas
intensas y que especula con los campos de la CF que ya mencionaba
a la anterior reseña: Inteligencia artificial, manipulación
genética, universos paralelos y especulación cuántica.
Esta última vertiente es la panacea para un escritor como
Simmons ya que utiliza el tema cuántico como el efectivo
recurso del Deus ex machina: Soluciona lo que sea que el
argumento no puede alcanzar (porque a mí, por ejemplo, que
me digan que Marte se ha terraformado a nivel cuántico me
deja más bien frío, sinceramente).
Yo le recomendaría a Simmons que
no quisiera justificar todas sus teorías científicas
por medio de la especulación cuántica y que tejiera
unos argumentos sólidos hasta el final y al alcance de todo
el mundo. En la memoria nos quedará una buena idea, bien
desarrollada pero finalizada en parte de forma poco satisfactoria
y también una obra que rinde homenaje no sólo a obras
como La Iliada o La Tempestad si no a toda la literatura
y la genialidad humana. Éste es el gran reto que se propone
Simmons.
|