¿Quién lo decía que la literatura no podía competir con otros medios en innovación y valentía? Si bien es cierto que la lectura mantiene unos estándares bastante estrictos en cómo expresarse, de vez en cuando nos topamos con experimentos literarios como este Selfis, firmado a cuatro manos por Ricard Ruiz y Said el Kadaoui.
Y es que dicho experimento es doble: Por un lado Selfis es una novela con fuerte carga juvenil precisamente porque sus protagonistas son adolescentes y que todo el entorno en el que se mueven está pensado y digerido desde su punto de vista. Y el principal foco de atención con que Ruiz y el Kadoui trabajan es con la lengua. Nuestros protagonistas son jóvenes de una ciudad del área metropolitana de Barcelona, Santa Coloma de Gramanet (Santako para los amigos), la cual conocen perfectamente los dos autores. Y de allí han recogido como hablan los jóvenes de institutos en barrios poco apoderados: El resultado es una mezcla entre el catalán y el español con anglicismos constantes. Y esto es precisamente lo que reflejan los autores a la novela: Un lenguaje nuevo (o no tanto) que recoge expresiones en los dos idiomas que se hablan de forma común en Catalunya (que por algo somos bilingües): el catalán y el español. El resultado es un catanyol casi perfecto (si eso existe), una hostia con la mano abierta a la RAE y al nuestro diccionario Fabra, pero sin embargo una realidad que queda anclada en este pequeño mundo urbanita de la periferia barcelonesa. Sería interesante saber si los jóvenes de institutos de otras zonas de Catalunya siguen esta tendencia o no.
La otra cara del experimento es como mostrar todo este batiburrillo lingüístico: Y aquí los autores aciertan al narrarnos la historia bajo dos puntos de vista pero siempre en primera persona. Y además, ofreciéndonos el 100% de la novela como estaría escrita en las pantallas de móvil, de ordenadores, mediante mensajes de whatsapp, en facebook o en forma de mensajes de voz. Es una visión innovadora que conecta directamente con el ritmo de esta adolescencia que recibe mil y un inputs en formato digital cada día y que tiene decenas de formas de comunicarse. Así, comprobaremos como los pensamientos de los dos protagonistas están expresados cómo si los leyéramos de forma digital. No es la primera vez que me encuentro con estos elementos innovadores: Hace unos años, Susana Vallejo también experimentaba de forma similar con una de sus mejores novelas: Swich in the red
Los autores nos han preparado un tour de force con un triángulo amoroso como epicentro. Los vértices están constituidos por una chica (Llum, que no aparece en la novela) y por dos chicos. El primero es Rachid, hijo de inmigrantes marroquíes, enamorado de la Llum y con un sentido de inferioridad fruto de no saber muy bien a qué mundo pertenece: Es un moro para los de aquí y un europeo para los de allí. También tenemos a Kim, un chico bisexual que tiene una relación abierta con Llum y mantiene una cierta rivalidad con Rachid. Ellos dos serán quienes narrarán sus inquietudes durante un viaje del instituto por Marruecos. Desde la dinámica Marrakech hasta las contemplativas dunas de Merzouga.
Este viaje, sin embargo, dará pie a los autores para introducir una trama alrededor de porqué Llum no ha ido de viaje. Poco a poco iremos descubriendo las razones de todo y nos adentraremos en un mundo adolescente repleto de drogas, sexo y muchas inseguridades. Si los autores han conseguido plasmar esta realidad adolescente es un punto que deberá juzgar el lector. Probablemente no actúen, o no se expresen igual, unos estudiantes de Santako que unos de Sant Cugat... por poner ejemplos antagónicos... aunque de trasfondo probablemente tengan los mismos intereses.
La lectura es pesada al principio, por un lado porque todavía no se atisba a donde quieren ir a parar los autores con una trama que le cuesta arrancar, pero sobre todo porque cuesta acostumbrarse al lenguaje, a este catanyol que nos hace tanto sonreír como coger escalofríos. Pero poco a poco, sin darnos cuenta vamos asumiéndolo y entendiendo todas las excepciones y palabras (o casi todas, he tenido que buscar que carajo quiere decir "Swag") y claro, las referencias culturales y cinéfilas que están muy presentes; los protagonistas por ejemplo tienen una especial predilección por la serie Juego de tronos, algo totalmente natural por otro lado. (Más difícil de creer es que sepan quién es el cenobita de Hellraiser). Sea como sea, esta mezcla imposible de lenguas, cultura, referencias políticas y el ambiente propio de un instituto se nos va introduciendo de forma subrepticia y de repente te das cuenta que ya estás integrado dentro del particular universo del Kim, Rachid y Llum. Otro punto a favor para los autores.
La relación amorosa de los tres jóvenes, destructiva por momentos pero que en otros parece alcanzar una intensa comunión me ha recordado de forma muy clara una excelente película mexicana: Y tu mamá también dirigida por Alfonso Cuarón, donde también la relación entre el trío protagonista devenía caótica pero a la vez totalmente hipnótica y absorbente, como una comunión de cuerpos y de personalidades que se ajusta poco a poco y acaba encajando a la perfección. En Selfis no tenemos la presencia física de la chica (Llum) pero sí los recuerdos que se van destapando a medida que leemos páginas y que de rebote, aparte de desvelar misterios, nos profundiza en la relación de todos ellos.
Selfis quizás es un experimento curioso, un auto-retrato de una nueva generación, pero creo que llega allí donde quería hacerlo y que Ricard Ruiz y Said el Kadaoui consiguen crearnos una incomodidad doble, tanto por el lado del (para algunos) lejano mundo adolescente de barrios periféricos como también a la vez entender que las lenguas están vivas y se van adaptando a su entorno. El catanyol puede convertirse en una realidad palpable en varias áreas del entorno de Barcelona, al igual que el spanglish lo es, por ejemplo, en Nueva York.
Una de las propuestas más originales de los últimos tiempos.
Eloi Puig, 22/12/17
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