Hace unos meses visité una exposición sobre la expedición de Ernest Shackleton a la Antártida en 1914. Fue una experiencia instructiva pero al mismo tiempo chocante. Aquella expedición estuvo durando dos o tres años atrapada en el hielo antártico. Por cierto que los detalles de aquel viaje fueron fotografiados por Frank Hurley y actualmente constituyen una obra impagable -especialmente las fotos nocturnas- que muestra cómo vivieron aquellos marineros lo que sería la aventura de su vida. Muchas de aquellas fotografías se pueden encontrar en el volumen Atrapats al gel de Caroline Alexander (Fundació Caixa Catalunya 2007). El viaje de Shackleton fue una gran odisea pero con final feliz... todo el contrario de la malsana expedición que sir John Franklin, el año 1845, encabezó para hallar el Paso del Noroeste, el camino a través del hielo del Norte del Canadá que tendría que constituir una ruta marítima importantísima para cruzar del océano Atlántico al Pacífico. Aquella expedición, al contrario de la de Shackleton, años después, resultó un desastre. El Terror es su historia.
Cuando me enteré de que Dan Simmons se había enfrascado en una novela ambientada en una aventura ártica, la idea me atrajo con fuerza. En parte por mi curiosidad a raíz de la mencionada exposición del viaje de otro descubridor como fue Shackleton, en parte porque recordaba de forma entrañable otras aventuras árticas o antárticas en libros como La Esfinge de los hielos y sobre todo Las aventuras del capitán Hatteras ambas de Jules Verne. Pero sobre todo fue el nombre del autor, Dan Simmons, que siempre he asociado a originalidad y frescor lo que me hizo decidir a empezar un tocho de estas características.
Como decía, El Terror narra las aventuras reales de la expedición que sir John Franklin organizó a mediados de siglo XIX y que incluía los barcos HMS Erebus y HMS Terror - con el nombre del cual Simmons juega para dar título a la novela-, comestibles para más de tres años - cinco años bien racionados- y más de un centenar de hombres con la misión de encontrar el Paso del Noroeste. La tarea de documentación de Simmons ha sido excelente y consigue aquello que se propone: Hacernos sentir las penurias de una tripulación que pasa más de dos inviernos atrapados en el hielo ártico. Pero Simmons no tiene bastante con escribir una novela histórica que se basa en buena parte en los datos recogidos a posteriori por los grupos de rescate que fueron enviados en busca de la expedición, también incorpora un elemento fantástico que llena los agujeros de la historia que no nos ha llegado.
Así, las tripulaciones del HMS Erebus y del HMS Terror se tendrán que valer para sobrevivir no sólo a las inclemencias árticas, si no también a una misteriosa criatura que los aterroriza y les diezma semana tras semana. La pregunta es evidente: ¿Funciona esta mezcla de fantasía e historia? Pues no del todo y por una razón básica: Las desventuras de los exploradores son ya tan increíbles que la inclusión de un elemento tan foráneo, extraño, como el monstruo que los persigue, no consigue sumar más malestar al lector, más bien resta encanto a la tortuosa expedición. En definitiva, sufrimos más aprendiendo y observando cómo se puede degradar la condición humana en situaciones límites que viendo cómo un monstruo asola a la tripulación de los barcos.
El autor nos narra las peripecias de la expedición con un comienzo lento y algo pesado, con constantes flashbacks de diferentes personajes -especialmente de los capitanes Franklin y Crozier, éste último el máximo protagonista-, y mostrándonos las motivaciones y vivencias pasadas de algunos miembros de la expedición antes de la presente aventura y también de su talante actual. Todo ello resulta poco interesante excepto por el hecho de que lo que relata Simmons es básicamente cierto: Nos describe con precisión la vida a bordo, la rígida estructura militar de un navío británico de su majestad, las claustrofóbicas estancias del barco, el ritmo de trabajos diarios, el exclusivo código caballeresco de los oficiales y otros aspectos más oscuros como la parece probada mala calidad de las latas de conserva con que se tenían que alimentar los hombres en caso de problemas. Simmons aplica sus hallazgos documentales en la novela de forma implacable, aunque a veces excesiva.
El autor también tiene un gran talento para hacernos sentir el frío, el sufrimiento, los diferentes tipos de hielo, de tormentas etc... que asolan la región donde los barcos quedan a la espera de que el "calor" del verano los ayude a continuar el viaje. El problema es que después de 100 o 200 páginas ya no se nos ocurre cómo Simmons puede continuar motivándonos; la lectura pierde ritmo y se vuelve repetitiva, quizás porqué hay pocas cosas a explicar cuándo uno se queda meses sin moverse de sitio a causa del frío extremo. Aquí es donde la presencia de nuestro monstruo fantástico podría tomar más protagonismo, pero no es el caso: Sus apariciones son escasas y sin un guión demasiado coherente... en definitiva poco integradas en el conjunto de la historia.
Pero Simmons también saca genialidad en muchos capítulos, especialmente destaco uno donde el capitán Crozier está postrado en la cama durante semanas enfermo mientras intenta dejar su adicción al alcohol y donde se vislumbran visiones por medio de cierta clarividencia que éste posee y que responden al futuro de la expedición. Magnífico capítulo que rompe con la monotonía que iba manteniendo el libro y que consigue ser un punto de inflexión en la narración. Pero no es hasta la última parte del libro, con los tripulantes cada vez más débiles a causa de las enfermedades, el hambre, el frío y el miedo dónde podemos disfrutar de una novela adictiva y bien estructurada. Es aquí donde surgen las viscerales necesidades de unos marineros desencantados, es aquí donde la novela reanuda el ritmo y donde los personajes nos parecen algo más que meros voyeurs de una historia que no les va ni los viene pues a menudo vemos como Simmons sólo profundiza en la vida del Capitán Crozier dejando a los otros miembros de la tripulación algo desatendidos.
La conclusión es evidente: la novela es demasiada larga; resultaría mejor acabada sin tantos datos documentales y con más ritmo. No encuentro lógico dedicar páginas y páginas a destacar el nombre de los tripulantes muertos de cada barco, su ocupación etc... y en cambio no mostrarnos los traumas psicológicos de ambas tripulaciones después de tantos meses bajo la oscuridad absoluta, la amenaza del escorbuto o el miedo a la criatura que los asedia.
Para variar sin embargo, el final de la novela está bastante conseguido, el autor realiza una mezcla más o menos acertada entre fantasía y realidad, eso sí, después de hacernos pasar por el filtro repentino de acercarnos la cosmogonía y el misticismo de los pueblos esquimales para entender los mencionados elementos fantásticos de la novela. Digo para variar porque si de una cosa se puede acusar a Simmons es de escribir finales demasiado ambiguos y a menudo sin toda la resolución que se querría (sólo hay que ver el caso de La Caída de Hyperion o de Olympo) pero en este caso, repito, aunque sea de forma repentina, el autor ha pensado que el lector se merecía un final donde todos los hilos argumentales quedaran bien atados.
Resumiendo pues, diremos que El Terror es una novela notable, con una ambientación histórica mayúscula y con una trama fantástica que acompaña pero que no se integra nunca plenamente en el transcurso de la narración. Una novela, eso sí, que peca de larga y de falta de tensión en muchos momentos, pero de la que también podemos sacar una gran aventura en una región exótica del globo terráqueo, observando por ejemplo las costumbres y las creencias esquimales o el funcionamiento detallado de un barco de la marina británica en pleno siglo XIX. Todo ello siguiendo el movimiento -entre romántico y económico- que perseguía el hito de descubrir las últimas tierras de nuestro planeta, allí donde ningún ser humano civilizado no había llegado nunca, allí donde los mapas se acababan y las cartografías hablaban de "Terra incognita".
Eloi Puig, 17/07/08
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