Nadie duda a estas alturas de la meteórica carrera literaria que está alcanzando Albert Sánchez Piñol. Africanista y divulgador le vino la fama con la magnífica La piel fría (próximamente será adaptada al cine por David Slade), pero sin ánimo de dormirse en los laureles presentó posteriormente la extraordinaria Pandora en el Congo. Y lo que esperamos sus lectores es la tercera novela que supuestamente ha de cerrar el ciclo pues las dos obras mencionadas forman parte de una trilogía de novelas independientes de terror fantástico.
Es curioso, sin embargo, como el autor reniega una y otra vez de los elementos fantásticos de sus obras y no considera que él escriba fantasía o ciencia-ficción. Es una opinión respetable pero que no convence a muchos de sus seguidores. Si bien, en Pandora en el Congo este argumento podría ser aceptado, los hechos ocurridos en La piel fría no dejan sombra de duda al respecto. Pero si nos ciñéramos a los cuentos que tenemos ante nostros en la antología Trece tristes trances (1) –recién traducida al español- casi entendería la postura del autor con respecto a la fantasía.
Me explico: Algunos de los cuentos recogidos en la presente antología son fábulas, o sea relatos metafóricos donde personajes que normalmente no podrían hablar o dialogar lo hacen ("Todo lo que necesita saber una cebra para sobrevivir en la sabana", "El espantapájaros que amaba a los pájaros"). Sí que podríamos pues, entender que el autor no considere estos cuentos dentro del fantástico pues los ha utilizado para mostrarnos una moral final. La mayoría del relatos pues pretenden tener una sentido aleccionador escondido, poseen un sentido ético que da vida al cuento cuando lo has acabado de leer. Obviamente no siempre es así, y el autor también tantea otras formas de expresión en cuentos de claro círculo vicioso ("Nunca compres churros en domingo" o "La nave de los locos") o de terror psicológico como es el caso de "La ley de la selva" donde un asesino es atado al cuerpo de su víctima y abandonado a la selva u otra vez "La nave de los locos"
Pero también es verdad que algunos de los cuentos se engloban claramente dentro de la ciencia-ficción, por mucho mensaje en clave de subterfugio que haya. De hecho, una de las herramientas de la ciencia-ficción es la de hacernos entender algunos de los problemas actuales bajo una perspectiva diferente. Es el caso de la divertida "Cuándo caían hombres de la luna" un relato irónico sobre la inmigración o la genial "La solidaridad que vino de las estrellas" una sátira sobre la política de hoy día muy acertada. Incluso un relato sobre viajes en el tiempo como es "Dime si aún me quieres" está camuflado bajo una reflexión sobre las infidelidades.
También la fantasía y el surrealismos son presentes en cuentos como "De chiquitín tos de mastín; más adelante, pata de elefante" donde un niño llega a casa con un brazo transformado en una pata del mencionado paquidermo (y que proporciona la portada del libro en su versión original en catalán). Las reacciones de la familia son el plato fuerte del cuento más ingenioso y divertido de la antología. Otro gran cuento es el ya mencionado "La nave de los locos", donde un náufrago es rescatado por un barco que se convierte en una pesadilla. Es un relato siniestro, oscuro y de aires lovecraftianos que a mí me ha parecido lo mejor de la recopilación.
El humor es uno de los ingredientes más presente a la antología. Empezando por las ironías de "Cuando caían hombres de la luna", probablemente el relato "Entre el cielo y el infierno" donde se relatan los pensamientos filosóficos de un submarinista atrapado por una fuerza invisible, sea el que nos haga reír más, una vez conocemos el final. También reírse de los políticos a "La solidaridad que vino de las estrellas" es un buen ejercicio para el cuerpo.
Pero el autor no siempre tiene claro algunos de los finales de los relatos. En "Ya no puedo más", una historia sobre un esquimal que persigue a un oso polar, el final queda un poco pobre mientras que el relato en sí es muy entretenido. También el magnífico " De chiquitín tos de mastín; más adelante, pata de elefante " destaca más por el nudo surrealista del relato que por las últimas frases, encajadas sin demasiado acierto. "Titus" por ejemplo es uno de los relatos más flojos... (que aun así tiene un buen nivel): Los trapicheos de un falso patricio romano para dar vida a la memoria de la familia es una buena base pero el final resulta poco estimulante. También las postrimerías de "El espantapájaros que amaba a los pájaros" resultan algo desatendidas (por mucho que más tarde se nos explique el cuento que hay dentro del cuento).
Como se puede comprobar, al autor le gusta forzar los límites del ser humano para comprender las reacciones. Al leer cuentos como "Ya no puedo más", "La ley de la selva", "La nave de los locos" o incluso “Todo lo que necesita saber una cebra para sobrevivir en la sabana” Piñol está haciendo un estudio antropológico (o antropomórfico en este caso último) de las decisiones de sus protagonistas... de cómo se alegran de la propia supervivencia o de cómo se hunden en la desesperación cuando no ven salida. En este punto, probablemente “La nave de los locos” sea el relato que tiene más en común con La piel fría.
La gracia de los relatos de Albert Sánchez Piñol es que tienen mucha fuerza a pesar de la poca extensión de sus páginas. Son relatos esmerados, meditados, no siempre perfectamente acabados pero casi siempre sorprendentes. Muchos de ellos con finales humorísticos o impactantes. Son una excelente manera de pasar un par de horas mientras esperamos la siguiente novela del autor.
(1) La traducción ha imitado la aliteración del título original en catalán: Tretze tristos tràngols pero pierde fuerza en su significado pues “Trance” no equivale a “Tràngol” (percance, apuro).
Eloi Puig, 30/07/09
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