Lo que está haciendo la pequeña editorial Orciny Press es sencillamente fantástico. Su línea de novelas bizarras, integradas dentro de la colección Midian creo que tienen el honor de posicionarse como algunas de las novedades más frescas de la literatura fantástica actual. Comenzaron con el cocktail de posibilidades que ofrecía Fantasma de Laura Lee Bahr, continuaron con la fascinante aventura de lo que para un servidor fue la mejor lectura del año pasado: La casa de arenas movedizas de Carlton Mellick III, y el tercer volumen es esta inclasificable Ciudad revientacráneos de Jeremy Robert Johnson, quizá la novela que se acerca más a la definición de bizarro, la que se ajusta más a este revoltijo de novela de género, mezcla de film de serie B, situaciones inverosímiles y una prosa directa y punzante.
Y así es Ciudad revientacráneos, un título excelente para una novela que busca la complicidad de un lector acostumbrado a leer ciencia ficción, un lector quizá de cierta edad, acostumbrado como decía aquellas delirantes películas de serie B, a aquellas escenas de humor negro que no todo el mundo es capaz de aguantar sin que se revuelva un estómago sensible. Quizás mi valoración se ve contaminada por una nostalgia sobre estas historias gore, aquellos comedias absurdas como Mal gusto o El Vengador Tóxico que de adolescente me tragaba con los amigotes. Pero que nadie piense que la novela por sí misma no tiene ambiciones o méritos propios: No sólo entretiene, sino que te adentra en diferentes sub-géneros de la ciencia ficción con una facilidad sorprendente y encima lo cuadra prácticamente todo de manera coherente.
¿Qué nos encontraremos cuando abramos las primeras páginas de Ciudad revientacráneos? Pues una historia en forma de thriller que como es lógico se va complicando y se convierte en mucho más de lo que podríamos pensar a priori. S. P Doyle es un aburrido burócrata que trabaja en un banco y decide de un día para otro enviarlo todo A LA MIERDA y hundir la empresa que seguro, supone él, se dedica a estafar y engañar al consumidor para financiar todo tipo de ilegalidades. Fijáos en estos fragmentos del primer párrafo del capítulo 1 que evidencia su estado de ánimo al comienzo de la novela:
“Nadie elige convertirse en empleado de banca. Es algo que te ocurre sin más, como el cáncer, y luego tratas de vivir con ello durante todo el tiempo que puedes. (...) Para compensar, te ofrecían donuts gratis y descuentos en la máquina de café (...) Y un seguro médico que necesitaba porque me estaban convirtiendo en un jorobado medio ciego con diabetes”.
Así que S. P. Doyle se convierte en un hacker drogado hasta el culo de Hexadrina, unos sustancia que le amplía los sentidos pero que tiene efectos secundarios adversos, como una desmesurada actividad sexual hasta el punto de que la acaban conociendo por el apodo de pichatorcida. Doyle, día tras día, investiga, analiza y clasifica la información que va obteniendo de la empresa hasta descubrir lo que buscaba mientras trafica con la milagrosa droga y ve cosas cada vez más extrañas.
Esta es la primera parte del libro: Un tramo adictivo, lleno de lenguaje vibrante y de situaciones límite con un solo personaje: Doyle (y su tortuga Deckard) que se atreven con todo ... porque piensan ... A LA MIERDA ... PORQUE NO? Son capítulos hipnóticos, de ritmo frenético, que parecen encaminar al protagonista a descubrir tramas secretas que nos hacen pensar en un mundo futuro que deriva hacia la distopía. La ambientación aquí es excelente ... observamos cómo funcionan las empresas bancarias o por ejemplo qué miran los tele-espectadores por televisión (como realities donde la fama anima a los concursantes a hacer cada vez más chorradas como sacarse el cerebro de la cabeza y guardarlo en una caja) etc etc.
El segundo tramo de la novela, sin embargo, nos descoloca un poco. Comienza de forma brusca y aquel ritmo imparable se ralentiza. Doyle se integra de golpe en una realidad que rompe casi completamente con sus asuntos contra el banco. Es una realidad donde aparecen monstruos mutantes come-cerebros, donde conoce sociedades secretas, donde descubre el terror que proviene de un universo alienígena. Sí, es una mezcla confusa que te mantiene más alerta que nunca y donde Doyle va encajando como puede la información que recibe. Por momentos nos parecen capítulos extraños, donde a veces incluso se cambia el estilo narrativo.
Pero señores, la cosa se recupera en los capítulos finales. Unas páginas que me dejaron boquiabierto... me pareció estar leyendo La Isla del Dr. Moreau mientras miraba aquel clásico olvidado que es Re-animator. No sólo la acción estalla, sino que los científicos locos hacen valer su apodo, los monstruos come-cerebros tienen una cierta explicación racional y aunque el argumento recuerda cada vez más a una película de serie B de bajo presupuesto, la prosa del autor se mantiene firme, como si no quisiera dejarse llevar por la trama, como una estaca a la que agarrarnos en la vorágine de elementos a procesar por nuestra mente: Desde manipulación genética, hasta invasiones extraterrestres, pasando por el control mental y sin olvidar un poco el humor negro del que hace gala la novela. Esto señores, es bizarro puro. Ecléctico, imprevisible, orgánico, divertido.
He encontrado algunos puntos de mejora en la novela, especialmente en cuanto a la interacción con las fuerzas del otro lado. Es un tema que queda poco trabajado, poco explicado, pero entiendo que también este tipo de proyectos literarios tengan que dejar que el lector utilice su imaginación para introducirse en estas locas tramas. Pero recordemos: Jeremy Robert Johnson se alza como un buen autor, que utiliza una prosa directa, no carente de ironía, y que es capaz de unir todas estas propuestas bajo una sola lectura. Y eso tiene mérito.
Muy bien por cierto, las traducciones del Hugo Camacho, que nos acercan a un lenguaje que seguro no siempre es fácil de traducir. Sigo diciendo que la colección Midian ha sido una pequeña alegría en los últimos meses y espero que continúen aparecen mucho más volúmenes.
Eloi Puig, 27/01/2017
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