Está claro que Jiro Taniguchi es un nostálgico de cajón. Por ahora todas sus obras que he leído tienen un fuerte sentimiento de revivir el pasado, tanto de forma literal - Barrio lejano-, como mediante recuerdos de infancia.
Además, Taniguchi sitúa la acción en Tottori, pueblo natal del japonés, donde también se basó para confeccionar la reciente aventura juvenil de cariz fantástico que es La montaña mágica. En todo caso, esta mezcla de recuerdos y de nostalgia por el pasado es todavía más intensa cuando nos enteramos que al igual que el protagonista de El almanaque de mí padre, el autor pasó muchos años sin visitar a sus padres en el pueblo de Tottori. Así pues, un cierto sentimiento autobiográfico es la base que dio la luz, en el año 1994, a la presente obra.
El almanaque de mí padre es una obra muy intimista, con un argumento simple pero bien construido en torno a un divorcio y el trauma que comporta para el joven Yoichi, el hijo mayor de la pareja. Ahora, veinte años más tarde, el padre muere y el primogénito vuelve para el velatorio y el funeral. Allí, charlando con su tío, descubrirá algunos hechos del pasado y revivirá escenas tristes y melancólicas, entre tragos de sake y sake.
Taniguchi no ha querido escribir un drama pasional, ni siquiera ha pretendido mostrar un proceso de divorcio que no comporta ningún problema. Más bien se centra en los sentimientos de un hijo que se ve abandonado por su madre sin entender los motivos. Y de cómo eso se convierte en un resentimiento hacia su padre, injustificado por otra parte.
El autor narra de forma pausada, recreándose en detalles y en imágenes concretas, pero conservando un ritmo constante. El dibujo es claro, repleto de silencios, de ojos caídos y de miradas perdidas -una constante en la carrera del autor- de muchos primeros planos y muchas imágenes caseras, mostrando la vida cotidiana a través de flashbacks hacia la niñez de Yoichi y su familia.
Habría que reprochar quizás que la obra no aborda el problema con entusiasmo o con intensidad. Retrata una serie de hechos totalmente normales; quizás eso puede frenar al lector pues no encontrará muchos alicientes... la lectura no descubrirá nada que no sepamos. Como decía es un cómic que hay que tratarlo más como un proyecto muy íntimo, incluso de cierta redención personal hacia su tierra natal, y no como una gran obra de entretenimiento o reflexión.
Eloi Puig, 09/10/09
|
|