La primera vez que oí hablar del jefe Pendergast, este peculiar y apacible miembro de la Policía Científica Montada de Canadá fue con el relato "Les vacances del cap Pendergast” (Las vacaciones del jefe Pendergast) que se publicó en la antología Punts de fuga hace unos meses. Ya entonces noté que el relato era diferente a lo que me esperaba encontrar, especialmente por su cuidadísima ambientación. Ahora, Víctor Nubla nos vuelve a llevar de nuevo de mano de la editorial Males Herbes a una recopilación de todas las aventuras de este personaje, las cuales funcionan como un fix-up y se integran en el nombre genérico de Les investigacions del cap Pendergast.
Víctor Nubla ha creado un curioso personaje, el mencionado jefe Pendergast que tiene como misión indagar sobre asuntos paranormales que ocurren en todo el mundo, siempre invitado por amigos y conocidos de anteriores casos. Hasta aquí todo normal, pero lo que llama la atención es que no es un hombre de acción, no es un detective implacable que vaya resolviendo los casos ... es más bien un espectador que a veces encuentra soluciones a ciertos asuntos extraños pero que a menudo simplemente observa cómo transcurren estos fenómenos. La otra vertiente de Lucius Pendergast es que le gusta empaparse de los ambientes locales, descubrir lugares, sensaciones y especialmente le entusiasma la buena cocina y en cada lugar que visita podremos comprobar como prueba las más variadas recetas y delicatessen.
Es pues un personaje que no deja indiferente. No me atrevería a decir que tenga la personalidad de un Hercule Poirot porqué no aplica demasiado las deducciones de las pistas que encuentra, más bien utiliza la intuición. Su talante amable, tranquilo y su pequeña obsesión por la buena cocina me han recordado – salvando las distancias- al mítico Haviland Tuf creado por George R.R. Martin, al menos por su sencillez, su bondad y el buen gusto por la comida.
¿Pero a qué se dedica exactamente el jefe Pendergast? Es bastante simple. Su división dentro de la Policía Científica Montada de Canadá estudia casos extraños que no tienen solución aparente: teletransportación, animales que hablan, viajes en el tiempo, aparatos que parecen querer comunicarse con los humanos ... y Pendergast tiene siempre vía libre para asistir a los extraños fenómenos, contemplarlos y analizarlos con su calma y visión fuera de lo común. Y claro, entre espera y espera siempre tiene un buen momento para hacer una copita, una comida o una cena con los autóctonos de cada ciudad.
El mismo autor, Víctor Nubla, afirma que todos los detalles de la vida cotidiana de l jefe Pendergast son extremadamente reales... las comidas, los horarios de vuelos, las descripciones de las calles o tiendas donde entra etc y que esto contrasta fervorosamente con sus investigaciones que se adentran en el campo de la más pura ciencia ficción. La mezcla es curiosamente verosímil, equilibrada. Y más si tenemos en cuenta que prácticamente nunca se acaban conociendo las causas exactas que provocan el fenómeno extraordinario de turno.
Así pues, Pendergast viaja en esta novela llena de historias a lugares como Shanghai, Cracovia, los Alpes franceses, Buenos Aires o la misma Barcelona.
La primera historia, "Afer a Xangai" (Asunto en Shanghai) es quizás la más floja, al menos para mi gusto. Es posible que su corta longitud o que los hechos tengan un aire surrealista le otorguen una visión más estrambótica de lo normal. En este caso Pendergast investigará porque un hombre es presuntamente reducido de cuerpo y se teletransporta a través del conducto de un inodoro desde Shanghai a Canadá para contemplar un asesinato.
Pero seguidamente nos topamos ya con una historia que si bien parece derivada de la primera - por el hecho de que también existe una teletransportación- en este caso está mucho más elaborada. Nos encontramos en Cracovia donde una familia y un conserje han aparecido en una iglesia de la misma ciudad cuando momentos antes estaban en Yonge St., una de las calles más céntricas de Toronto. No sólo la historia está mejor enfocada que la primera sino que además empezamos a disfrutar de las comidas y bebidas polacas de forma más plena. En una ocasión Pendergast afirma "Me gustan los países donde se come sopa. Es un signo de sensatez", una afirmación que corroboro al 100% (algunas de las mejores sopas que he comido nunca han sido en Polonia). He mencionado esta frase para dar una idea de cómo podemos disfrutar también de la lectura incluso cuando no pasa nada anormal, cuando el autor nos describe restaurantes, calles, plazas y comidas - muchos de los cuales conoce en primera persona-.
La que encuentro que es la historia más divertida es la siguiente: "Pendergast als Alps" donde nuestro detective viaja a Francia - haciendo escala en París para hacernos venir hambre- donde intenta descubrir una serie de fenómenos que parecen arbitrarios (la aparición de una virgen, el instinto asesino de unas cabras o una divertida vaca que está aprendiendo a hablar). Allí, entre quesos y vinos sucumbirá a los encantos de la buena mesa y nosotros disfrutaremos también de los extraños hechos extraordinarios.
Muy curiosa e interesante también es la aventura que le lleva a la Argentina. Se titula "Las 27 hores de Buenos Aires". En la capital del país cada 27 horas los semáforos se vuelven locos y el caos domina la ciudad. Aunque los autóctonos se van conformando, Pendergast será invitado y entre asado y asado argentino podrá comprobar una teoría fascinante sobre el lenguaje de las máquinas.
Y finalmente, el relato que cierra el libro es el que comentaba al principio, "Les vacances de Pendergast" que le llevan a Barcelona en plena canícula estival para tratar de encontrar el secreto que esconde el subsuelo del barrio de Gràcia. Un buen final para una lectura sobre todo placentera.
Quien busque aventuras y acción, este no es su libro. Quien busque especulación fundamentada sobre ciencia ... tampoco demasiado. Las investigaciones del jefe Pendergast es una obra que busca otra finalidad: Una lectura que atrae a personas que nos gusta lo extraño, lo fuera de lo normal, estrambótico, pero que por el contrario también ofrece la posibilidad de disfrutar de momentos completamente estables y cotidianos donde los personajes hablan sobre costumbres, viajes y especialmente sobre gastronomía local.
Así pues son lecturas recomendadas para leer con calma, degustando - nunca mejor dicho- las ideas que Víctor Nubla pone delante del jefe Pendergast. Y sobre todo sin esperar que el final nos sorprenda o nos aporte una solución tangible y razonada.
Quizás una de las lecturas más originales que he leído últimamente por el tratamiento del personaje y de las historias, para presentarnos a un detective que no resuelve casos - tal como lo entendemos normalmente- y que disfruta de la vida y de los amigos.
Eloi Puig, 29/11/2016
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