La luz fantástica es la continuación directa de la primera novela del Mundosico, El color de la Magia, las únicas novelas intrínsecamente unidas por una misma línea argumental del universo del Mundodisco donde el mago Rincewind, el turista Dosflores y el su particular equipaje siguen corriendo, huyendo, y escapándose de los peligros y en definitiva tratan de mantenerse vivos... mientras la tortuga Gran Atu'in sigue surcando impertérrita el universo.
A pesar de ser una continuación directa, esta segunda entrega que Terry Pratchett escribió tres años después, es muy distinta a la primera. En La luz fantástica la historia tiene un objetivo mucho más claro y bien definido, no nos encontramos con historias independientes, sino con una trama delirante que alcanza una profundidad cósmica: Una nueva estrella rojiza ha aparecido en el cielo y se va haciendo más grandes a cada día que pasa. Y parece que Gran A’tuin se dirige a ella de forma directa. Y no hace falta ser un gran experto en astronomía o en quelonios espaciales para intuir que si un mundo, por muy plano que sea, va directo a estrellarse contra una bola de fuego estelar... no puede ser demasiado bueno.
Si bien, dejamos a nuestro inútil mago Rincewind colgando de una rama al final del mundo, pronto veremos cómo sale dicha situación tan complicada y es que nuestro protagonista sigue teniendo en la cabeza uno de los ocho grandes hechizos que se afana por ser pronunciado en voz alta. Algunos magos de la Universidad No Vista piensan que la única posibilidad de salvar el mundo de su inminente destrucción es encontrar a Rincewind y forzarle a que pronuncie el hechizo.
Veremos cómo en este segundo volumen todo fluye más, los gags afloran, los secundarios se integran mucho mejor en la novela; te ríes bastante y quieres continuar con una historia que te tiene bastante intrigado por muy alocada que sea. Y además tenemos a unos secundarios de lujo que toman el relevo cuando los protagonistas lo necesitan. Estamos hablando en primer lugar del mítico Equipaje que aquí todavía consigue que nos lo apreciemos más y de un nuevo personaje que tendrá mucho renombre en algunas de las siguientes aventuras de la saga de los magos (como en la imprescindible Tiempos interesantes). Nos referimos a Cohen, el bárbaro, el cual puede verse retratado de forma magnífica en la cubierta ilustrada por la Marina Vidal.
“A la luz de las antorchas vio que se trataba de un hombre muy viejo, de la variedad huesuda que se suele denominar “vital para su edad”, con la cabeza completamente pelada, una barba que le llegaba casi hasta las rodillas y unas piernecillas como alambres en las cuales las venas varicosa habían dibujado el mapa de una ciudad bastante grande A pesar de la nieve, no llegaba más que un taparrabos de cuero y un par de botas en las que habrían cabido sin problemas otros dos pies.”
Cohen, por supuesto, es una parodia del no menos mítico Cónan, el bárbaro. Pero una parodia maravillosamente divertida pues nos encontramos con un abuelo de casi noventa años pero que sigue destruyendo, saqueando, matando y salvando a las jóvenes princesas que están a punto de ser sacrificadas... a pesar del reuma, la artrosis y las llagas. Cohen es una leyenda viva —literalmente— y lo que más a pesar suyo tiene es haber perdido la mayoría de los dientes y tener que hablar ceceando Para mí, sin duda, uno de los grandes secundarios del Mundodisco:
(...) “Eza ez la zaga de mi vida. Ochenta años en el negocio, ¿Y qué he zacado en limpio? Lumbago, almoddanaz, úlceda de eztómago y cien dezetaz difedentez pada hazed zopa. ¡Zopa!¡ Odio la zopa!” (...)
La Luz fantástica es una aventura repleta de detalles pero también nos abre las puertas a conocer más sobre un Mundosico que en El color de la magia sólo estaba esbozado: Nos permitirá conocer entre otros puntos, la sencilla —y peligrosa— estratificación laboral de los magos de la Universidad Invisible, o el particular talante de los trolls de las montañas, las partidas de cartas de la MUERTE y sus curiosos amigos; sin olvidarnos de ciertos druidas a los que les gusta cumplir la tradición de adorar a extraños dioses que (dicen) reclaman sacrificar a jóvenes vírgenes para apaciguar su cólera. Todo se va cohesionando, ahora sí, sin fisuras y el disco parece preparado para alojar a un montón más de personajes y situaciones inverosímilmente cotidianas.
Pero la cuestión es que Terry Pratchett, en este segundo volumen, vuelve a romper esquemas en el sentido de que te das cuenta de que lo del humor en la fantasía puede cuajar realmente y que además de divertirte, empiezan a aflorar ciertas temáticas y tramas críticas que sí, se exponen a través del sentido del humor pero que resultan inspiradoras y comprometidas también. En este caso destacaría, por ejemplo, la crítica al fanatismo religioso y a la ignorancia a la que se ven inmersas las masas cuando no encuentran una explicación posible a un fenómeno desconocido.
Así, Pratchett no sólo assienta con aún más firmeza las bases de lo que sería su extenso universo del Mundodisco sino que nos da pistas de hacia dónde irán los tiros a partir de ahora: Hacia un universo que sin renunciar al humor inteligente, nos enseña los propios problemas de nuestro mundo a través de una mirada divertida pero también crítica, un tipo de literatura al que todavía no estábamos acostumbrados pero que resultaría transgresora y completamente adictiva a partir de los siguientes volúmenes cuando el autor desplegara su imaginación y maestría para abrir otras sagas (Las Brujas, La Guardia, la Muerte...etc) que profundizarían en temas muy diferentes que no dejan de ser un reflejo de la nuestra vida en este aburrido mundo esférico en el que vivimos.
La luz fantástica ya apuntaba, pues, a ser el principio de una amistad y una relación indisoluble entre Terry Pratchett y millones de lectores de todo el mundo. A mi en su momento, por allá 1992, me enamoró de forma fulminante. Ahora quizás no la vea con los mismos ojos pero seguro que si la leéis por primera vez, os dejará boquiabiertos.
Eloi Puig
23/11/2024
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