Mi experiencia con Jack Vance había sido divertida y entretenida,
leí la saga de El Planeta de la
aventura y disfruté porqué no me esperaba más.
Mi error ha sido precisamente este: Esperarme de esta novela un
planteamiento firme, unos personajes desarrollados y una historia
seria. El Jardín de Suldrun no tiene nada de todo
esto pero continúa con la línea de Vance: Divertir
a través de la aventura pura
Jack Vance no te deja indiferente, con aquel tono alegre y despreocupado
nos narra las aventuras (cada cual más increíble)
de una serie de personajes, sus intrigas y dramas personales, ubicados
todos ellos en las islas Elder, unas islas que teóricamente
se situaron justo delante del golfo Cantábrico, enfrente
de las costas de Aquitania. Así pues, nos encontramos con
un caso de fantasía histórica? No, ni mucho menos,
Vance adopta las tradiciones célticas y sus leyendas por
escribir una trilogía fantástica que intenta ser próxima
pero que no lo acaba de conseguir, pese a los referentes que de
vez en cuando se comentan sobre tierras europeas conocidas. El simple
hecho que en estas islas sitúe la ciudad de Avallon y que
el linaje del mítico rey Arturo se originara en ellas, les
da ya un aire más mítico.
El rey Casmir tiene como objetivo reunificar las islas Elder y
proclamarse Rey de todos los reinos que actualmente la conforman.
Para lograr este hito no duda en utilizar todos los recursos que
tiene a su alcance para realizar matrimonios de conveniencia, pactar
con magos o provocar guerras. Pero su hija Suldrun es más
terca de lo que se había esperado y no le pone las cosas
fáciles. Este es el argumento de partida por una serie de
aventuras que nos llevan por todas las Islas Elder durante años
y dónde participan muchos personajes, unos personajes estereotipados
pero que te acaban resultante simpáticos.
Vance escribe lleno de jovialidad, con un argumento que a priori parece serio, con intrigas políticas, hijos no deseados,
violaciones y todo una serie de recursos folletinescos, pero también
con un estilo plácido nos trae una historia que aunque es
típica y tópica parece tener buenos fundamentos para
llegar lejos. Así transcurren los primeros diez capítulos
de la novela, pero al pasar este umbral, la novela coge un ritmo
trepidante que por un lado te divierte y te hace leer con una celeridad
escandalosa, pero por la otra te hace dar cuenta que la novela abandona
sus pretensiones de seriosidad para pasar a ser una serie de aventuras
rellenadas con mucha magia que no te aporta nada más que
no sea una lectura plácida.
El estilo de Vance es, como decía, despreocupado: Tanto
tenemos capítulos lentos, con buenas descripciones y dónde
los años pasan despacio, asentando unas bases, como de otros
dónde los personajes se enamoran, se casan y crian en tres
páginas. Particularmente a mí este hecho no me gusta.
Esta rotura del ritmo narrativo te descoloca y hace que la lectura
no sea del todo agradable.
Por otra parte, Vance tiene la tendencia de escribir en estilos
diferentes. Sin ir más lejos la cincuentena de páginas
dedicadas íntegramente a los niños protagonistas (las
más pelmazas para mí) parecen hechos para un público
juvenil con aventuras rápidas y un poco estúpidas
que no llevan prácticamente a ninguna parte. Ideales para
novelas juveniles pero no para introducir en esta. El autor tampoco
controla el tiempo de las acciones de sus personajes. Podemos encontrar
hasta cinco líneas de acción durante la novela, y
a veces se centra en una durante muchos capítulos por volver
atrás cuando tiene que hablar de otra. Al final del libro
no sabes si han pasado 6 meses o 2 años y en qué situación
están los otros personajes cuando escribe sobre un grupo
concreto.
Hace muchos años pregunté a un escritor catalán
-Oriol Vergés- el porqué de tantas casualidades en
una de sus novelas de aventuras que me acababa de leer, y él
me respondió:"- Sin casualidades no hay novela".
No es que esté al 100% de acuerdo con esta afirmación,
pero Vance creo que sí que lo estaría, pues para redondear
líneas argumentales, Vance utiliza este método a menudo,
pero debido al carácter despreocupado de la obra, acabas
por no hacerle demasiado caso.
Pero no son todo pegas. El Jardín de Suldrun es un
libro muy entretenido que mezcla multitud de argumentos secundarios
para dar forma a una historia más o menos creíble
dónde conviven reyes, guerreros, doncellas, criaturas feéricas
celtas, magia y aventura, mucha aventura. Un libro que pasa volando
y que se digiere bien si no haces demasiado caso del argumento,
de las casualidades y del aire despreocupado Vance que por otra
parte te insufla aire por disfrutar de una buena lectura apta para
todo tipo de sensibilidades.
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