Jack Vance nos presenta la tercera y última parte de la
trilogía de Lyonesse con este título: Madouc.
Un título que hace referencia a uno de los hilos argumentales
que más quedaban colgados tras las dos primeras entregas:
El de la niña Madouc, hija de una hada que es intercambiada
por el joven Dhrun y que acontece sin quererlo princesa de Lyonesse.
En este tercer volumen, Vance es capaz de cerrar todos los hilos
argumentales abiertos en las primeras entregas: El afán conquistador
del rey Casmir, las intrigas políticas de las Islas Elder,
la búsqueda de hijos y hijas cambiados, las batallas mágicas
-que siempre han sido muy ajenas al interés de la novela
y aquí toman al final del libro dimensiones fuera de tono-
e incluso el misterio del origen de Madouc. Hace falta decir que
tiene mérito que el autor se haya preocupado de cerrar todos
los temas de forma que queden bien atados y que incluso se preocupe
de hacernos la referencia a la mítica Atlántida en
el sentido que esta parece que fueran las islas Elder, pero la forma
de cerrar los argumentos y la estructura en sí de la trilogía
se resiente.
Madouc es una novela desigual, como las otras que conforman
la trilogía. Una novela que no parece demasiado integrada
en la estructura narrativa de El
Jardín de Suldrun y La
Perla verde por el hecho que el personaje de la
propia Madouc casi no aparece en estas dos primeras obras y en cambio
aquí el autor focaliza todas sus energías en las aventuras
y desventuras de la princesa, dejando a un lado algunos personajes
cruciales en la historia como el rey Aillas, el mismo Dhrun o la
princesa Glyneht que son relegados a puras anécdotas o al
olvido.
El mismo comienzo del libro recuerda muchísimo a los primeros
capítulos de El Jardín de Suldrun, dónde se
repiten los mismos clichés, las mismas historias sobre las
jóvenes princesas. También las aventuras de Madouc
por el bosque mágico de Trantesvalles y su variado mundo
feérico son parecidos a los relatados en El Jardín
de Suldrun y vuelven a caer a la trampa de relatar cuentos infantiles
que no encajan bien en la obra. Las descripciones del mundo feérico
y de la mitología celta son un buen motivo para leer la trilogía
pero no creo que estén bien integradas en esta obra de fantasía
épica.
Y lo que menos me esperaba de Vance ha sucedido: Las intrigas político-militares
que se han dado durante toda la trilogía quedan solucionadas
en no más de 5 o 6 páginas al final de esta, en un
final apresurado y fuera de tono con el cariz calmado que tenía
este tercer volumen, pero que en definitiva refleja la idea general
de la trilogía: Capítulos lentos dónde se nos
narran aventuras que aportan poco a la obra como los largos periodos
educacionales de Suldrun o Madouc o los extensos periodos de esclavitud
y de vagabundeo del rey Aillas -alguno de los cuales no aporta prácticamente
nada al conjunto- y de otros hechos que transcurren en un suspiro:
Batallas dónde mueren personajes de relevancia, enamoramientos
ultra-rápidos que no se acaban de entender
Una mezcla
ecléctica de estilos narrativos y argumentales que si bien
no ralentiza la lectura sí que la vuelve un poco inconexa.
Al igual que al resto de la trilogía, este volumen se lee
muy bien, la lectura es fácil y a menudo magnífica.
La lástima es que la variedad de estilos y contenidos comentada
anteriormente te descoloca un poco. Una trilogía recomendada
sobre todo para los que empiezan en esto de la fantasía,
para la gente poco exigente y para los que quieran saborear otra
obra del maestro de la aventura, que -esto no se puede negar- en
esta trilogía de Lyonesse es uno de los protagonistas principales
por no decir el que más.
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