A veces pienso que las novelas de Robert Silverberg son prácticamente
iguales. Tienen aquel tono pacifista, aquel cuidado en las descripciones
y aquellos finales tan suaves, plácidos, optimistas.
Valentine Pontífice no es una excepción. La
novela que cierra la serie sobre Majipur está diseñada
como muchas otras de Silverberg, pero esta peca un poco de precipitada.
Tanto en el primer libro de la serie, El
Castillo de Lord Valentine como en los relatos que componían Crónicas de Majipur,
Silverberg definió un mundo fantástico, exuberante,
enorme, donde cada capítulo se te presentan nuevas meravillas,
donde se establecen las bases de uno de los mundos más ricos
en culturas, ecología y simbolismo que tenido el
placer de ver representado en una novela: Majipur. Pero en este
cuarto volumen, Silverberg deja un poco de lado estas descripciones,
ese sentido de la maravilla que envuelve al planeta para centrarse
en una historia que parece que estuviera preparando des del comienzo
de la serie.
El autor tiene una prosa más directa (aunque igualmente
rica) y te lleva de un lado a otro del planeta para resolver los
problemas que surgen en un mundo acostumbrado a no pasar hambre
que provocan un estallido de violencia i hambre que no ha habido
en los últimos 8.000 años, pus, parece ser que la
guerra está a punto de verse en Majipur después de
milenios de paz duradera, una guerra que no deja de simbolizar aquel
sentimiento de redención clásico en casi toda la producción
literaria de Silverberg: La búsqueda del perdón,
la no-violencia, el diálogo...
Por primera vez también utiliza más de un punto de
vista para describirnos los avatares del planeta, tanto a través
de personajes conocidos como Valentine o Hissune, como otros de
más secundarios. Ello conlleva una visión más
rica pero que se va precipitando a medida que la novela avanza hacia
un final correcto pero demasiado rápido y fácil.
Un final que recuerda vagamente a otras obras de Silverberg como Regreso a Belzagor. Un
final, como decía, sencillo, redondo, pulido, pero que te
deja ese regusto de poco creíble, de demasiado optimista.
Pero en definitiva, una buena obra que equilibra la ciencia ficción
y la
fantasía y que nos descubre parajes increíbles que
pocos autores hubieran sabido exponer de forma tan delicada como
Robert Silverberg. Una obra recomendada para todo aquel que quiera
verse transportado a uno de los mundos más fascinantes y
entrañables de la historia del género: Majipur.
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