Enrique Herce es muy valiente. Este es uno de los primeros pensamientos que me pasaron por la cabeza cuando llegó a mis manos esta peculiar novela. He estado siguiendo la obra del reusense desde que conocí sus relatos publicados en la revista Miasma y más tarde en Catarsi. Sus anteriores novelas, una dedicada al terror y el otro a la CF infantil confirman lo que se hace más que evidente en esta aventura titulada, atención: Singulares visicitudes que a ventanitas Manzana acontecieron, o para recortar un poco: Ventanitas Manzana. Lo que decía: Esta novela demuestra que Enrique Herce escribe lo que le sale de dentro, y que disfruta escribiendo. ¿Y porque es tan valiente, os preguntaréis? Pues por que presentar tu primera novela larga publicada en una editorial seria, y que ésta sea de carácter fantástico pero sobre todo humorística es casi una temeridad.
Ventanitas Manzana es una parodia, una aventura que sólo quiere agradar y hacer pasar un rato a lectores sin complejos. No busquéis humor inteligente, no busquéis un mensaje oculto, o una reflexión que resta latente a ser descubierta. No, Ventanitas Manzana es una obra que pretende hacer reír acercándonos a una serie de aventuras que nuestro protagonista -sí, sí, el mismo Ventanitas Manzana- va protagonizando en cada capítulo. Y lo cierto es Enric Herce consigue sacarnos esa sonrisa involuntaria, esa risita esporádica, esa pausa que tenemos que hacer cerrando el libro para negar con la cabeza mientras reímos por dentro ... al menos en el primer capítulo.
Tengo que reconocer que a pesar de los anacronismos, los personajes secundarios desfasados, los nombres rayando el absurdo y los argumentos més que sudados, el capítulo inicial, "El talisman de Kah-Rak" me dejó medianamente satisfecho: Herce conseguía divertir, y eso es muy difícil. Pero esta complicidad inicial se ha ido desvaneciendo en el siguiente capítulo, "Relaciones diplomaticas" quizás por la ausencia de los estrambóticos secundarios que acompañan a nuestro héroe. De hecho, este es un punto a tener en cuenta: Ventanitas pierde mucho cuando actúa solo, le falta carisma y un talante propio.
El tercer capítulo, "La isla de Jarrijausen" es un clarísimo homenaje al gran Ray Harryhausen, y una de las películas donde su labor fue más momumental: Jason y los argonautas. Pero aparte del homenaje y de la recuperación de los secundarios de turno, poco nos aporta, o sea, no logra sacarnos esa sonrisa de complicidad perdida. Los homenajes o referencias continúan con "El juego de Blasa" donde los personajes tendrán que hacer una partida de rol - literalmente- y donde algunas frases tipo cameo nos recordarán a El Señor de los anillos - previamente ya había habido otros recuerdos evocadores hacia Blade Runner por ejemplo-. Finalmente, el que probablemente sea el capítulo más flojo, "El retorno del Sultán" nos deja con un sabor amargo por el poco interés que despierta.
Quedémonos con un concepto: Una novela no puede ir de más a menos, una historia -dejando a un lado que ya entendemos que el argumento es poco elaborado porque estamos ante una novela humorística con pocas pretensiones -no puede empezar con interés e ir perdiendolo a marchas forzadas, aunque a muchos aficionados al género nos encantarán las referencias y guiños frikis.
Y lo más paradójico es que me he sentido muy cómodo con la lectura pues Enric Herce escribe más que bien, pero en este caso su vertiente humorística se agota demasiado rápidamente. Esto no quiere decir que no pueda ser explotada más adelante pero aunque el autor ha sido valiente, también ha sido temerario. El mismo Pratchett (sí, en ocasiones he pensado con él leyendo algunos párrafos) tiene novelas buenísimas y otras desastrosas. El humor no es la guinda de un pastel, es la misma masa que lo conforma: Hay que estar muy bien trabajada por asentar una historia encima de este - la que sea-. Y es muy difícil. Hacer reír es una tarea monumental que se va adquiriendo con mucho trabajo. He visto despuntar párrafos, frases y varias ideas en este aspecto, pero hay que trabajarlo más - a mi entender-.
Así pues, una novela honesta en el sentido que sólo pretende hacer pasar un buen rato al lector, pero el objetivo no acaba de conseguirse. El campo de batalla del humor es muy salvaje y peligroso y en este caso la risa y la diversión se van desvaneciendo a medida que avanzan las tramas.
Eloi Puig, 17/01/2012
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