Cuando hace unos meses terminé de leer el primer volumen de esta saga, El viaje de Hawkwood, pensé que la cosa prometía, pues la trama, los personajes, la ambientación y en definitiva el trabajo realizado por Paul Kearny parecía muy trabajada. Después de terminar este tercer volumen, Las guerras de hierro, puedo suspirar tranquilo: No me he equivocado, no sólo la trama ha aguantado firmemente el paso de tres libros, sino que se ha puesto incluso más interesante. Creo que hoy en día Las monarquías de Dios es una de las sagas más interesantes a seguir ya tener en cuenta por todos aquellos que busquen fantasía épica y aventura.
A diferencia de los anteriores volúmenes, Las guerras de hierro se centra bastante en un solo personaje -y los secundarios que le rodean-: Corfe, el soldado que sobrevivió al asedio de Aekir y que poco a poco se ha ido convirtiendo en una revolución en el reino de Torunna - donde transcurre el 90% de la presente novela -. El autor, como decía, sigue durante unos meses, la vida de este personaje para ofrecernos la más bélica de las novelas que hasta ahora componen la saga, la que más batallas, muertes y desolación nos muestra. Y es bien cierto que si en el primer volumen me quedaba muy sorprendido que Kearney describiese el mundo marítimo de forma tan amena - y realista-, no puedo tampoco quejarme de cómo nos presenta las batallas y toda la intendencia e infraestructuras que acompaña a un ejército: Es de alabar la capacidad del autor para interesarnos al máximo por cómo se desarrollan estas largas luchas, sin caer en el aburrimiento. Kearney parece que sepa tanto nadar en aguas profundas como arrastrarse por el barro de un choque militar terrestre.
No sólo el Coronel Corfe aparece en este tercer volumen, claro. También tenemos la oportunidad de conocer nuevos personajes como Isolla, la prometida del malogrado rey Abeleyn o de profundizar un poco con el talante de la madre del rey Lofantyr de Torunna, pero son capítulos testimoniales pues la acción se traslada casi íntegramente a la este de Normannia. Esto equivale a decir que nada sabemos de los personajes que intentan sobrevivir al otro lado del mar -aunque existe un breve paréntesis que promete mucho- o con los asuntos religiosos del autoproclamado nuevo papa. Se ha perdido la visión global de lo que pasaba en Normannia y fuera de ella bajo la visión de muchos personajes y es una lástima. Suponemos que en las dos novelas que quedan -y que tienen que salir publicadas el próximo noviembre- el autor reconduzca la situación para ir cerrando tramas abiertas.
Pero, en definitiva, he disfrutado tanto o más que en los otros volúmenes. Las monarquías de Dios no tienen la profundidad de las novelas de Martin, ni la elaboradísima prosa de un Sapkowski pero mantienen la tensión y tienen personajes sólidos integrados en una historia que a pesar de estar basada ligeramente con nuestra vieja Europa, cada vez ofrece más elementos de discordancia -empezando òbviamente por los aspectos fantàsticos- aunque sin perder su rumbo. Se nota que el autor tenía la historia bien pensada desde un comienzo.
Tengo la sensación de que las próximas novelas serán mucho más intensas - si esto es posible- que esta. Ahora toca esperar unas semanas y lanzarse de cabeza a devorar las dos novelas que ya vienen y que finalizarán la saga: El segundo imperio y Naves del oeste
Eloi Puig, 15/10/11
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