La segunda parte de la pentalogía de Las monarquías de Dios, Los reyes heréticos es heredera directa de su predecesora, El Viaje de Hawkwood: Un novela coral, con numerosos personajes que reciben diferentes grados de protagonismo en una historia que parece extraída de la Edad Moderna europea pero aplicada a un mundo imaginario.
En esta segunda novela quizás el aspecto más determinante a destacar es la partición de la acción entre partes bien diferenciadas, una primera y una tercera centradas en las maniobras político-religiosas en el continente de Normannia y una parte central que nos describe las fantásticas aventuras de Hawkwood y los suyos por las tierras inexploradas, al otro lado del Gran Océano.
Quizá hubiera preferido la fórmula de la novela anterior: Encajar continuamente escenarios y personajes, lo que proporcionaba una mayor vitalidad. Esta parte central quizás se me ha hecho algo monótona en este sentido al leerse toda de forma continuada. Pero esto son detalles sin relevancia; la cuestión es que Kearney continúa con mano firme desvelando y proponiendo nuevos enigmas, sobre todo en cuanto a la parte más mística y fantástica de la novela.
Normannia continúa envuelta en el caos. El invierno pero, ha sido paradójicamente un tiempo de pausa en la batalla que se avecina entre las fuerzas merduk y los defensores del dique de Ormann pero las maniobras de subterfugio contra de los reyes llamados heréticos, excomulgados y separados de la iglesia inceptina y por lo tanto perseguidos tanto por reinos que se mantienen junto a la iglesia verdadera como los nobles internos que quieren alcanzar el poder vacante, han desembocar en ataques y en guerras civiles. La más cruenta la que ocurre en Abrusio aprovechando la ausencia del rey y que enfrenta la ciudad baja -leal a la corona- y la ciudad alta -abocada a seguir las órdenes de los caballeros militantes de la iglesia y los nobles insurrectos-.
Por otra parte, los dos jóvenes monjes que investigan por su cuenta por las catacumbas de la biblioteca de Charibon encontrarán secretos que no hubieran tenido que ver nunca, y también por otro lado el héroe del dique de Ormann, el ahora coronel Corfe le otorgan una nueva misión, que al menos lo descoloca totalmente. Una misión que estoy convencido será el inicio de algo muy importante para las próximas novelas.
Si alguien no lo tenía claro hasta ahora, en este segundo volumen se hace ya evidente que en el fondo contra quien se lucha es contra el poder de la iglesia, en este caso llamada inceptinapero que no deja de ser una clara alegoría a los años bárbaros del catolicismo en nuestro universo. La crítica del autor hacia la iglesia es la base, pues, por donde se fundamenta esta historia, a pesar de los elementos fantásticos que la pueblan.
Las aventuras continúan, y esta segunda novela tampoco baja el ritmo, quizá aporta menos novedades respecto a la primera pero consigue mantener bien la tensión y las ganas de conocer más sobre los diferentes personajes que la conducen. No se trata tanto de una obra repleta de cliffhangers como se podría decir de la serie de Martin - a quien algunos ya están comparando- si no más bien una saga de libros que no sufren los altibajos de otros y que port anto mantienen una línea estable de entretenimiento y misterio.
La tercera novela está a punto de ser publicada por Alamut. A este ritmo probablemente el año que viene por estas fechas podamos anunciar que saldrá la última. Esperemoslo, orque la saga ya se está poniendo muy bien al dente ...
Eloi Puig, 15/04/11
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