Naves del oeste es el título del último volumen de la saga Las monarquías de Dios, el que cierra el ciclo iniciado por El viaje de Hawkwood y que durante este pasado 2011 me ha dejado atrapado intensamente en su lectura. Este era un libro sin duda esperado, deseado, pues las tramas que poco a poco fue tejiendo el irlandés Paul Kearney debían confluir en buena parte en esta última entrega. Digo en buena parte porque algunas de los hechos principales ya fueron dirigidos para finalizar en el magnífico volumen pasado, El segundo imperio. El presente libro está dedicado a concretar las líneas argumentales más vinculadas en los asuntos mágicos y en la probable invasión proveniente del continente occidental.
Paul Kearney dedicó varios años a escribir la saga y la calidad literaria de toda ella es magnífica y en líneas generales el ritmo y el tratamiento de los personajes ha sido muy equilibrado durante todos los cuatro primeros volúmenes. Pero este volumen final tiene una diferencia sustancial: La historia no sigue inmediatamente donde la dejamos en El segundo imperio, si no 17 años más tarde. Kearney se ha dado a sí mismo un respiro para poder ofrecer escenarios convincentes que siguieran atrapando al lector. Y ciertamente lo consigue, ofreciéndonos, una especie de segunda generación de nuevos personajes (a menudo, hijos y nietos de los que conocimos en su momento), acompañados de los supervivientes de las matanzas intrareligioses entre ramusianos y merduks.
Por un lado, los reyes heréticos se preparan laboriosamente por una invasión por mar proveniente del continente descubierto por Richard Hawkwood; mientras Corfe ha sido padre de una hija y el sultán de Ostrabar también ha tenido descendencia con Heria, su mujer-esclava. Los reinos himerianos están controlados por un triunvirato que responde a las órdenes del mismo Aruan, instalado tranquilamente en el poder que le otorga la iglesia inceptina en su sede de Charibon. Y los fimbrios siguen desaparecidos o casi. Un tablero de ajedrez interesante ahora que las civilizaciones merduks y ramusianas (heréticas, se entiende) se han unido bajo una misma orden religiosa. Una partida que parece vaya a ser tanto o más apasionante que la librada 17 años atrás entre las tropas torunnianas y merduk.
El pequeño problema es que el autor no acompaña estos nuevos escenarios con suficientes páginas. Sí, oís bien, a diferencia de muchas sagas fantásticas donde sobran la mitad de las palabras, en este caso, le faltan 100 o 200 páginas extras para conseguir un equilibrio entre todos los aspectos de las diferentes líneas argumentales y los nuevos personajes. En definitiva, carecen capítulos. Kearney ciertamente cierra buena parte de las tramas abiertas como esperábamos e incluso consigue sorprendernos con alguna que otra sorpresa de carácter emotivo, pero todo ello da la sensación de precipitación, de desgaste. Tanto los movimientos de nuestro viejo compañero Hawkwood, como las maniobras militares de Corfe que tanto nos maravillaron en el pasado, aquí cumplen pero no golpean. Además hay personajes que desaparecen, me atrevería a decir, de forma demasiado repentina cuando en otros libros habían tenido una importancia mayúscula. Simplemente se merecían un poco más de protagonismo.
Al terminar el libro me quedé satisfecho pero tuve una sensación parecida a la que años atrás me vino cuando finalicé la serie Babylon 5. Salvando las distancias temáticas y argumentales, las dos obras son magníficas, llenas de personajes corales y con muchas subtramas que se unen y se separan pero que poco a poco se van definiendo hacia dos objetivos diferentes: uno más físico, más terrenal - sea una guerra civil en la Tierra, sea una guerra intrareligiosa de carácter épico a Normannia- y un segundo objetivo más místico -o mágico- que en el fondo es el importante y el que determinará el destino de toda una civilización. Los clímax del primer objetivo son en ambos casos sensacionales, alcanzan la excelencia -sólo hay que ver la cuarta temporada de Babylon 5 o leer El segundo imperio para comprobarlo incuestionablemente-, pero el clímax del segundo objetivo en ambos casos queda un un poco difuminado debido a la precipitación, a la falta de episodios - o páginas en este caso- que estructuren el final de la obra con el mismo ritmo que el resto.
Sin embargo, Naves del oeste sigue siendo una notable novela, donde repito, le faltan páginas, pero que consigue cerrar la saga de forma más que satisfactoria. Incluso el epílogo, con un marcado aire místico es perdonable cuando miras atrás y observas cómo has disfrutado de personajes como Corfe, Hawkwood, el rey Abeleyn, Albrec, etc etc ...
Las monarquías de Dios tiene derecho a ser llamada como una de las grandes obras fantásticas llegadas a nuestras latitudes últimamente. Con una valoración global que incluso supera -según mi modesta opinión- a ya clásicos como Geralt de Rivia. Y con la tranquilidad de saber que está completamente publicada en castellano por Alamut. Que todo aquel que disfruta con grandes batallas, personajes carismáticos, intrigas, magia maléfica y sobre todo mucha aventura, no se la pierda. No se arrepentirá.
Eloi Puig,
18/02/2012
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