El séptimo -y penúltimo volumen- de la saga de Geralt de Rivia es La Torre de la Golondrina, un volumen más grueso de lo habitual. Esto invita a pensar que tiene más cosas que contar y que el autor necesita más espacio. Error, no sólo La Torre de la Golondrina sufre un estancamiento similar al volumen predecesor, Bautismo de Fuego, sino que teniendo en cuenta que se trata de las antepuertas para resolver todas las tramas presentadas a la saga, uno esperaba una mayor contundencia por parte de Sapkowski.
¿Estoy diciendo que el libro no vale la pena? No, ni mucho menos. La novela sigue los estándares de calidad de toda la saga: Francamente notables por no decir excelentes. La prosa del polaco es impecable y en este caso los diálogos, descripciones y otros recursos literarios se combinan con una proyección de la narración fuera de lo común donde varios capítulos están narrados por diferentes personajes (principales y secundarios) utilizando flasbacks y diferentes puntos de vista sobre los hechos que ocurren. Sensacional.
Pero volviendo al tema con que abría esta reseña, uno tiene la sensación de que Sapkowski está alargando demasiado la resolución definitiva del arco argumental de la saga. Geralt y los suyos desempeñan un papel escaso en esta entrega y prácticamente se quedan en el mismo lugar donde acabaron con algunos buenos descubrimientos pero persiguiendo todavía un objetivo difuso y errático; Ciri vuelve a cobrar protagonismo a trompicones -probablemente los mejores tramos de la novela- pero sus aventuras no dejan de ser una recreación de un western, entretenido y muy bien narrado, pero sin aportar demasiado a la trama general. Por otra parte del concilio de hechiceras, uno de los puntos fuertes del anterior volumen, no se sabe pràcticamente nada más.
En definitiva, Sapkowski ha alargado en dos volúmenes -Bautismo de fuego y La Torre de la Golondrina- lo que podría haber narrado en uno de solo. Repito pero que la lectura sigue siendo deliciosa y por lo tanto podemos perdonar estos aires de llenar páginas porque lo que leemos sigue están a la altura. Además, Sapkowski nos sigue ofreciendo un entretenimiento que pasa por descubrir en qué mitologías se va inspirando para narrar las aventuras de Geralt y los suyos. La mitología nórdica por ejemplo está muy presente en la ambientación de las aventuras de Yennefer.
Un hecho negativo, aunque puede parecer anecdótico es la inexistencia de mapa para seguir los acontecimientos que ocurren en la presente novela. El mapa, invariable, de la primera página termina justo donde la mayor parte de las aventuras de Geralt y Ciri tienen lugar.
En todo caso, nos queda el regusto de una de las partes de la saga mejor escritas que se contrapone con el lento avance de las tramas expuestas en volúmenes anteriores. Esperamos que La dama del lago, el último volumen de la serie, vuelva a levantar el vuelo de una prosa que si bien imprescindible podría estar acompañada de una trama más intensa.
Eloi Puig, 22/10/10
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